Nací en Cuba y allí permanecí hasta que logré escapar, ya con 40 años de edad. Hoy, a mis 76, vivo con la dolorosa certeza de que no me queda esperanza alguna de regresar, ni siquiera de visita.
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SUSCRIBITENací en Cuba y allí permanecí hasta que logré escapar, ya con 40 años de edad. Hoy, a mis 76, vivo con la dolorosa certeza de que no me queda esperanza alguna de regresar, ni siquiera de visita.
Lo más desgarrador no es solo la imposibilidad de volver, sino ver cómo aún existen personas que, desde la comodidad de la distancia o desde la ignorancia, se atreven a defender y justificar una tiranía criminal que ha destruido a la nación cubana por más de seis décadas. Una dictadura que ha condenado a varias generaciones al hambre, a la separación de sus familias, a la falta de derechos y a vivir en un constante estado de miedo y represión.
En Cuba no se conoce lo que es la libertad. Y aclaro: libertad no es un concepto vacío ni una consigna política. Libertad significa poder hablar sin miedo, pensar sin censura, disentir sin ser castigado, viajar sin pedir permiso, soñar sin que el Estado lo controle todo. Libertad significa tener opciones, dignidad y el derecho elemental a ser dueño de tu propia vida.
Ese derecho básico, que muchos en el mundo dan por sentado, en Cuba ha sido arrancado de raíz. Generaciones enteras han crecido sin conocerlo y lo más trágico es que muchos ya no pueden ni imaginar lo que significa. El régimen les ha robado hasta la capacidad de soñar.
Y entonces me pregunto, y le pregunto al mundo:
¿Cómo puede un pueblo entero seguir soportando tanto atropello?
¿Cómo se puede subsistir sin un ápice de libertad?
¿Cuál es el límite de la resistencia humana?
¿Hasta cuándo y cuánto más se puede vivir bajo un régimen tan oprobioso?
Estas preguntas no tienen respuesta. Lo que sí sé es que ningún ser humano debería vivir de rodillas, esclavo en su propia tierra. Y me duele profundamente ver cómo se normaliza lo inaceptable.
Mi mayor deseo, mi súplica, es que algún día Cuba despierte. Que la libertad, esa palabra prohibida y temida en la isla, se convierta al fin en realidad. Porque vivir sin libertad no es vivir, es simplemente sobrevivir en cadenas.
Con toda la fuerza de mi alma,
Arturo Sandoval
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