En su afán de erigirse una potencia en el campo de la biotecnología y obtener los ingresos que ello implica, Cuba se lanzó a una desesperada carrera por conseguir una fórmula autóctona, aunque para ello tuviera que sacrificar las cosas más elementales de su sistema de salud pública.
Ahora resulta que atrasos en la producción de las vacunas y falta de liquidez financiera ha demorado el proceso de certificación de la OMS.
Así lo reconoció el doctor Eduardo Martínez Díaz, presidente del grupo empresarial BioCubaFarma, quien detalló en una entrevista con el diario oficialista Granma, los pasos que se han dado hasta ahora para obtener el visto bueno del organismo mundial.
Uno de los pasos implica la visita de expertos de la OMS a las plantas donde se fabrican las vacunas.
“Habíamos diseñado que esa visita se realizara a finales de este año, en las instalaciones productivas del complejo biotecnológico CIGB-Mariel, donde estamos transfiriendo la producción de la vacuna Abdala. Si bien la línea de producción, en la cual se realizan las operaciones de formulación, llenado y envase de ese complejo ya están activas y produciendo, la línea en los que se fabrican los productos recombinantes presenta atrasos en su puesta en marcha”, explicó el funcionario.
“Este atraso está dado porque no se han podido hacer los pagos a la empresa encargada de la puesta en marcha del equipamiento y de los sistemas de esa línea de producción. Llevamos nueve meses tratando de realizar los pagos, que no se han materializado por la negativa de varios bancos en hacer la operación de transferencia”, justificó Martínez Díaz, aunque no aclaró a qué se debe esa negativa.
Y terminó con una arenga: “No obstante estas dificultades, se avanza y esperamos que en 2023 se complete el proceso de evaluación por la OMS”.