La decisión del presidente argentino Alberto Fernández de suspender la exportación de carnes durante un mes desató un clima de tensión social en el país y abrió la puerta a un nuevo conflicto con las patronales agropecuarias, que ya anunciaron que iniciarán un cese nacional de comercialización de este alimento a partir de mañana, que durará por lo menos durante ocho días, y que puede generar un desabastecimiento interno.
El anuncio presidencial, que todavía no entra en vigor, impactó de lleno en un mercado que emplea a 100.000 trabajadores y que, al no operar durante un mes, registraría pérdidas de alrededor de 250 millones de dólares, además de que podría implicar que los principales compradores de la carne argentina (China, Israel y Chile) elijan a otros proveedores que desplazarían a Argentina, como Brasil, Uruguay y Paraguay.
La carne es un producto que forma parte de la identidad del país suramericano, que es internacionalmente famoso por la calidad de su carne vacuna y que tiene en este alimento una larga tradición cultural, ya que es el primer consumidor y el cuarto exportador a nivel mundial.
Según las explicaciones que dio el Gobierno, el cese de la exportación busca ordenar el funcionamiento del sector, restringir prácticas especulativas, mejorar la trazabilidad de las exportaciones y evitar la evasión fiscal en el comercio exterior.
En el caso de la carne, el precio del kilo aumentó un 66 % en el último año, aunque los cortes de consumo cotidiano, como el popular asado, se incrementaron hasta en un 81 %. Si se toma como referencia el año 2015, el aumento supera el 200 %.
El alza de la carne también supera a la inflación, que entre abril del año pasado y ahora fue del 43,6 %, lo que para el Gobierno ejemplifica claramente la distorsión que hay en los precios.