Estados Unidos desplegó siete bombarderos furtivos B-2 Spirit para ejecutar el devastador ataque aéreo que destruyó por completo las principales instalaciones nucleares de Irán, informó este domingo el jefe del Estado Mayor Conjunto, general Dan Caine. La operación, bautizada como “Martillo de Medianoche”, representa la primera intervención directa de Washington en el conflicto entre Israel e Irán tras más de una semana de tensiones.
El presidente Donald Trump confirmó el sábado que los ataques alcanzaron con éxito las instalaciones de Fordow, Natanz e Isfahán, consideradas clave en el programa nuclear iraní. “Hemos completado nuestro ataque muy exitoso. Todos los aviones están fuera del espacio aéreo iraní. Se dejó caer una carga completa de bombas sobre Fordow”, escribió en Truth Social, calificando el momento como histórico y haciendo un llamado a la paz.
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El arsenal empleado en el ataque
El general Caine detalló que el grupo de ataque recorrió 18 horas desde territorio continental estadounidense hasta Irán, realizando varias operaciones de reabastecimiento aéreo. Los bombarderos B-2 Spirit, conocidos por su capacidad de eludir radares y penetrar defensas aéreas sofisticadas, lograron cumplir la misión sin ser detectados por los sistemas de defensa iraníes ni interceptados por sus cazas.
Aunque Trump no ofreció detalles precisos sobre el tipo de munición utilizada, expertos señalan que, por la naturaleza subterránea de Fordow, es altamente probable que se hayan empleado bombas antibúnker GBU-57, capaces de penetrar hasta 60 metros de profundidad antes de detonar. Estas armas, diseñadas por Boeing y en servicio desde 2009, están destinadas a destruir instalaciones fuertemente fortificadas y enterradas bajo tierra.
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El rol del B-2 Spirit
Los B-2 Spirit son las únicas aeronaves en el mundo capacitadas para transportar hasta dos bombas GBU-57 por misión. Estos bombarderos estratégicos, con un alcance de 9,600 kilómetros sin repostar, fueron concebidos para atacar los objetivos más protegidos del enemigo. Su historial incluye despliegues en los Balcanes, Afganistán e Irak.
En días previos al ataque, medios como The New York Times y plataformas de seguimiento aéreo reportaron el despegue de varios B-2 desde bases estadounidenses en dirección al Medio Oriente.
El blanco: el corazón del programa nuclear iraní
La operación se centró en destruir tres instalaciones clave del programa nuclear iraní:
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Fordow, un complejo subterráneo construido en violación de resoluciones de la ONU y destinado al enriquecimiento de uranio con capacidad para 3,000 centrifugadoras. Allí se detectaron en 2023 partículas de uranio enriquecido al 83.7 %.
Natanz, la planta de enriquecimiento más conocida de Irán, que alberga más de 10,000 centrifugadoras distribuidas en edificios subterráneos y de superficie. Su existencia se reveló en 2002.
Isfahán, instalación dedicada a la conversión de uranio para la producción de gases esenciales en el proceso de enriquecimiento.
Por la profundidad de Fordow, Israel carecía de capacidad para un ataque directo efectivo. Solo los bombarderos estadounidenses, con municiones antibúnker de alta penetración, podían lograr el nivel de destrucción reportado.
Una operación con impacto global
El ataque no solo representa un golpe estratégico al programa nuclear iraní, sino que también evidencia la estrecha coordinación militar entre Estados Unidos e Israel. Según Axios, el gobierno de Trump notificó previamente a las autoridades israelíes sobre la operación.
El futuro inmediato se mantiene en vilo mientras la comunidad internacional evalúa el alcance de los daños y las posibles respuestas de Teherán. Por su parte, Trump insistió en su mensaje: “Ahora es el momento de la paz”.