En plena crisis económica, social y energética, Cuba se prepara para un concierto que muchos consideran un insulto a la realidad del pueblo. Los reguetoneros Dany Ome y Kevincito El 13, radicados en Estados Unidos, aterrizaron en la Isla para presentarse este 26 de Julio en Santiago de Cuba, invitados por Juan Guillermo Almeida, hijo del histórico comandante Juan Almeida Bosque.
Lejos de ser solo un espectáculo musical, el evento encarna la contradicción más cruda del presente cubano: música y fiesta para celebrar la fecha más simbólica del régimen —el Asalto al Cuartel Moncada— mientras millones enfrentan apagones de hasta 20 horas diarias, escasez de agua potable y una carestía que no da tregua.
La participación de Juan Guillermo Almeida refuerza el carácter político del concierto. No es un simple promotor cultural: por su apellido y vínculos directos con la élite del poder, es un símbolo de continuidad de un sistema que hoy sostiene la miseria y la represión en la Isla.
Mientras barrios enteros como Chicharrones, El Caney o Sueño sobreviven sin electricidad y compran agua a precios exorbitantes, el gobierno garantiza luz para que la tarima no se apague y la música siga sonando. Es una postal que duele: Santiago a oscuras, menos donde conviene iluminar.
La polémica crece porque Dany Ome y Kevincito El 13 disfrutan en Miami de derechos y oportunidades impensables para los cubanos de a pie. Aun así, deciden regresar —no para denunciar la situación de sus compatriotas— sino para subirse a un escenario bajo la narrativa del poder, vender un espejismo de normalidad y llenar sus bolsillos mientras callan ante la represión.
No se trata de oponerse a la música o al arte, sino de señalar la responsabilidad ética de artistas que se alinean con un aparato propagandístico mientras la población sobrevive sin lo básico. Cada kilowatt que alimenta las bocinas del concierto es energía que se le niega a una familia, a un hospital o a una escuela.
El 26 de Julio no será una fiesta del pueblo. Será, como tantos otros espectáculos del régimen, un acto político disfrazado de rumba. Una celebración de poder, no de cultura.
Desde dentro y fuera de la Isla, muchos cubanos rechazan este gesto. Dany Ome y Kevincito El 13 podrán cantar sus éxitos rodeados de luces y escoltas, pero cargarán con el desprecio de quienes no tienen ni luz para poner su música en un radio.
La esperanza es que algún día, en vez de cantar para el poder, estos “artistas” se atrevan a mirar de frente la pobreza y la injusticia que su música ayuda a disfrazar.