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El Quijote

Yo nací libre como papá...

Papá se marchó de este mundo amando a mamá, a sus hijos, a sus amigos. Pero se fue como Marcela, haciendo lo que quiso ser, y mirando con ternura aun cuando algunos creían que les miraba como una fiera...

americateve | Orlando Viera
Por Orlando Viera

El Quijote siempre es un remanso de luz. Recurro a su lectura porque sus pasajes son expresión del alma. Y normalmente el alma “piensa” en dirección opuesta a nuestros sentidos…Entonces leer los clásicos, reposa la ansiedad y eleva el romanticismo necesario.

Tengo como hábito escribir, porque hacerlo, me me consuela, alivia mis desencuentros y me hace libre. La lectura de hermosos versos, la soledad acompañada de la mirada de un libro provocador, la ternura de una zagala descrita por el Hidalgo o el retrato de un verbo encendido de pasión y virtud es como un bosque de cristalinos riachuelos y sombrías arboledas que entonan una trepidante tranquilidad. Que hermosa forma de ser libre.

La navidad que simboliza nacimiento, vida, esplendor, pulsa nuestra evocación. Y nuestros deseos nos trasladan a sitios donde no podemos ir, a dar besos al aire o compartir alegrías que se desvanecen en fotografías. Como vemos impedidos de conceder libertad, paz o justicia, me sumerjo en el amor embriagador de las lecturas clásicas, para calmar ese “basilisco”, que a ratos se apodera de nuestra pluma y nos impide escribir, libremente…En esos momentos, me decía papá, lee el Quijote.

No existe grieta por donde el amor pueda colarse.

El Quijote es una cascada de discursos elocuentes, auténticos, expeditivos diría José Manuel Lucia Magias [Filósofo, escritor, estudioso de Cervantes]. Cervantes nos hace libres a través de sus personajes. Descubrimos lo que no pensamos, lo mejor que podemos ser, los errores cometidos. La libertad de expresarnos honestamente es poder hablar de la belleza o del horror formando parte de ella. Sigue viva la frase de San Ignacio de Loyola, ver las obras y no las palabras. Pero muchas veces las palabras ¡son obras!

Papá leyó a Don Quijote infinitamente. Y cada vez que lo leía, lo asumía como su historia del día. -“Cada vez me parezco más a papá”, decía mi padre refiriéndose a mi abuelo, Don Paco. De pronto paraba de leer, se reía y se consolaba en su intimidad.

-Estoy contento, comenta sin percatarse que estaba a su lado.

- ¿Qué pasó, por qué esa alegría repentina? Le pregunto.

-Acabo de darme cuenta leyendo a Marcela [en el Quijote], la hermosa doncella que confesó su desamor a Grisóstomo, descubro que he sido un hombre afortunado. Dios me ha premiado con el amor de la mujer que quiero, tu mamá...Y tanto la he querido, que, si no me hubiese correspondido, no hubiese muerto de desamor, sino dedicado la vida a que nadie la siguiera, sopena al decir de Alonso Quijano, de causar la más feroz indignación mía…

-Cuéntame papá, porque no entiendo como no morir de tristeza sin ser amado por la mujer amada…Y papá ripostó:

-Nano, el capítulo XIV del Quijote es una obra de arte en términos de franqueza y desprendimiento. En este pasaje se muestran las opiniones y sentimientos hacia una hermosa mujer llamada Marcela. El relato de Pedro exalta la belleza y la honestidad de ella. Ambrosio -amigo de Grisóstomo a quien Marcela no le profesó el amor que él le juraba- la retrata como la cruel culpable de la muerte de su amigo [Grisóstomo] y se refiere a ella llamándola “basilisco”, un animal fabuloso al que se atribuía la propiedad de matar con la mirada. Y no puede faltar la “canción desesperada” de Grisóstomo, en la que culpa a Marcela de su desengaño amoroso y de los celos que siente.

-Más tarde la autodefensa de Marcela, una oda a la entereza: “Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos”. Así de discreta se presenta la hermosa pastora Marcela […] Ambrosio se dispone a seguir leyendo versos y lamentos de su buen amigo Grisóstomo, que yace tendido sobre unas andas a la espera de su sepultura. El Grisóstomo ha muerto de amor. Por eso a los ojos de todos, la hermosa Marcela, causa y efecto de este amor, asombra y enfada a un tiempo: “Y así ruego a todos los que aquí estáis me estéis atentos, que no será menester mucho tiempo ni gastar muchas palabras para persuadir una verdad a los discretos”.

Uno espera-me decía mi padre-palabras de consuelo y sosiego de aquella hermosa mujer que no tuvo a nuestro mundano entender, la nobleza de devolverle a Grisóstomo, aquel amor sutil y eterno. De pronto, lanza verdades a los asombrados espectadores, entre los que se encuentran Don Quijote y Sancho.

“Yo nací libre”, les suelta a mitad de su parlamento. “Los árboles de estas montañas son mi compañía, las claras aguas de estos arroyos mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura”. ¿Yo nací libre…Y qué significa nacer y sentirse libre? Serlo al extremo de no fingir un sentimiento que, aunque merezca ser concedido, no lo asumo porque el asedio de un amor ilusorio puede llegar a ser más doloroso cuando así se descubra en nuestros ojos.José Manuel Lucia, crítico del Quijote, sentencia: “Marcela debe vivir en el mundo que se ha inventado, el mundo pastoril más alejado de los cánones del género, ya que en él no existe ni una grieta por donde el amor pueda colarse”.

Cuando escuché esta frase, “no existe ni una grieta por donde el amor pueda colarse”, fue la primera vez que supe la dimensión del amor de papá por mamá, de ella por él, y lo que eso significaba en nuestro pequeño hogar: un irreductible ejemplo de amor que es libertad. Éramos tan libres, que podíamos amar o no hacerlo a quien genuinamente nos dicta nuestro corazón…Y no ser correspondido en el amor, no debía producir sino respeto y admiración, por aquel que así lo reconociera, como Marcela. Si no hubiese escuchado este pasaje del Quijote, creo que el perdón jamás hubiese reposado en mi corazón.

Los versos desesperados de Grisóstomo a Marcela.

Y concluía papá, escuchando su Bolero de Leo Marini y bebiendo un coñac: “Marcela-hijo mío- es libre por vivir sola en su mundo pastoril. Alonso Quijano es libre por vivir convertido en Don Quijote de la Mancha, en su mundo caballeresco, y Cervantes es libre por vivir en sus libros esa vida que el tiempo y los años le habían arrebatado…” Ese día, siendo un adolescente, entendí que papá era libre por haberse convertido en un galeno que salva vidas, el héroe que cuida de su familia y el amante que, aun muriendo de desamor, decide seguir amando por querer más al otro que así mismo.

Entonces la libertad es amar con tal rigurosidad que no existe verbo desenfadado o desesperado que empañe el espíritu del ser libre. Aquella tarde dominguera descubrí que, en el verbo de Marcela, corría un auténtico tesoro: la verdad. Lo que eleva la virtud, el honor y la nobleza, es reconocernos como espíritus indómitos que cabalgan sobre la verdad.

Un libro, como el Quijote, le permite a Cervantes ser libre mientras escribe, libre mientras va dejando correr la pluma. Y emergen tesoros [verdades] como los que pone en boca de Marcela. “El que me llama fiera y basilisco, déjeme como cosa perjudicial y mala; el que me llama ingrata no me sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida ni los buscará, servirá, conocerá ni seguirá en ninguna manera”. Yo nací libre nos dice Marcela...Y habló Don Quijote: “Ninguna persona, de cualquier estado y condición que sea, se atreva a seguir a la hermosa Marcela, so pena de caer en la furiosa indignación mía”

Papá se levantó de su butaca, y le fue a pedir su almuerzo a mamá. Y ella se apareció con una bandeja a mí. Papá le preguntó:

-¿Por qué le sirves primero a él que a mí que tengo rato esperando? Bueno, porque él es mi hijo…y tu solo mi marido-sic- Papá se me quedó viendo y exclamó: “Que ninguna persona de cualquier estado y condición que sea, se atreva a seguir a la hermosa Susy, so pena de caer en la furiosa indignación mía”. Y espero con reposo, su comida, escuchando boleros y leyendo a Marcela…

Cuando el amor es inocente…

Marcela no desmerece un amor no correspondido. Marcela simplemente no se exige amar si no lo siente, no solicita reconocimiento si no le corresponde, no pide gratitud si no es capaz de conceder gracia, ni pide que le sigan porque no seguirá a nadie si no es libre de hacerlo. Este es la consagración de la libertad positiva y negativa. Es cifrar, sentir, escribir, decir, sin ser calificado bueno o malo, bondadoso o egoísta, apropiado o inapropiado, porque, a fin de cuentas, la crueldad o la generosidad, no está en quien la escribe, libremente…

En víspera de la navidad volví a aquel domingo con Papá. Un reencuentro con un discurso muy potente, sobre el amor y la libertad. Marcela no estaba obligada a corresponder al amor de Grisóstomo. Defiende su libertad y su decisión de no casarse. Este personaje se destaca por sus convicciones y porque toma el destino en sus manos, pese a las opiniones ajenas. Así era Papá. Y así hemos sido. Una sociedad irreverente. Que nada retuerce su libertad a sentir lo que siente o lo que no siente…

La voluntad general siempre será correcta decía Rousseau, pero el juicio que la guía no siempre es iluminado… ¿Y debe serlo? La luz del pensamiento libre precede lo colectivo y en la medida que podamos relatar nuestra verdad, seremos libres. Un amor cortés siempre es inocente si es sincero. Y una sociedad siempre será libre si decide aceptar la voluntad general, pero naturalmente, oficiosamente, genuinamente, verdaderamente.

He tenido la fortuna de amar y ser amado a quien corresponde. Como el Lanzarote o el caballero de la carreta; como Amadís de Gaula, el libro que don Quijote señala como padre de todas las novelas de caballería. He sido afortunado porque he vivido inspirado…por mis padres, mis vástagos, mi amor correspondido, mis amigos, mi país. Y el desamor de algunos no nubla mi libertad. No me sigan…

No juzgo a aquel o aquella que no haya correspondido el amor, si así lo ha decidido libremente. He tenido la fortuna de escribir lo que siento, sin otra censura que la que deviene de mi soledad. He tenido la suerte de contar con la amistad de amigos sabios que aun a sabiendas de pensar diferente, no han decretado la caída de nuestra confianza y nuestros afectos. Y aun nos siguen como yo les sigo. Y estoy orgulloso de las Marcelas y los Quijotes que se han subido a una peña y han sabido decir: yo nací libre…, porque decirlo, a fin de cuentas, es una expresión de amor por la vida y por todos.

Papá se marchó de este mundo amando a mamá, a sus hijos, a sus amigos. Pero se fue como Marcela, haciendo lo que quiso ser, y mirando con ternura aun cuando algunos creían que les miraba como una fiera….

Y en momentos que mamá eligió compartir su amor con sus hijos, e incluso superarlo, Papá supo responder: ”El que me llama fiera y basilisco, déjeme como cosa perjudicial y mala; el que me llama ingrato no me sirva, porque esta fiera, este basilisco, este ingrato, este cruel y este desconocido ni los buscará, servirá, conocerá ni seguirá en ninguna manera…

Por eso siempre te evoco y te busco querido padre, porque siempre fuiste nuestra representación del ser libre, del quijote andante, de aquel que diciendo que no ama, lo que hizo fue amar infatigablemente, aun luciendo la mirada de una fiera, de un basilisco, de un lanzarote…Y extraño esa manera de mirar, de beber, de escuchar tus boleros…verdaderamente, así mamá privilegie sus esfuerzos por un hijo, porque ese gesto de amor por un vástago, es amor puro, genuino y libre...

¡Feliz navidad!

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Por Orlando Viera

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