Caracas, 6 de julio de 2025 – En una Venezuela marcada por el colapso económico y social, el régimen de Nicolás Maduro mantiene su apuesta por el poder militar. Recientes informes confirman que el país ha incrementado significativamente su arsenal con armamento de procedencia iraní y rusa, incluyendo misiles, drones de ataque y fusiles Kalashnikov, algunos de los cuales fueron parte de las aspiraciones del fallecido presidente Hugo Chávez.
Según fuentes militares y análisis independientes, el gobierno venezolano ha recibido nuevos sistemas de defensa aérea y tecnología para guerra electrónica desde Teherán, además de vehículos aéreos no tripulados que podrían tener capacidad ofensiva. Paralelamente, continúan llegando al país fusiles automáticos AK-103, ensamblados localmente bajo licencia rusa, como parte de un convenio establecido en los años de mayor bonanza petrolera.
Los expertos advierten que estos movimientos tienen un doble propósito: fortalecer la capacidad disuasiva del régimen frente a actores externos y mantener control interno a través de la intimidación. “No se trata solo de defensa, sino de enviar un mensaje claro: el poder armado sigue estando del lado del chavismo”, señala un analista en seguridad latinoamericana.
Mientras tanto, los venezolanos siguen lidiando con una dura realidad: cortes eléctricos prolongados, hospitales colapsados, inflación desbordada y falta de servicios básicos. La militarización de la sociedad también se intensifica con la presencia constante de efectivos armados en las calles y la represión de cualquier disidencia.
Este blindaje bélico, en contraste con la precariedad del día a día del ciudadano común, recuerda las prioridades del chavismo desde su origen: consolidar el control del Estado a través de la fuerza. El sueño de Chávez de una Venezuela militarmente poderosa sigue vivo bajo Maduro, aunque a costa del bienestar de millones.