Esto no es un asunto de ideología, política o religión. Es una cuestión de biología. Lia (Will) Thomas seguirá teniendo hasta el fin de sus días, cromosomas sexuales XY, correspondientes a los varones y nunca tendrá los XX de las mujeres.
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SUSCRIBITEEsto no es un asunto de ideología, política o religión. Es una cuestión de biología. Lia (Will) Thomas seguirá teniendo hasta el fin de sus días, cromosomas sexuales XY, correspondientes a los varones y nunca tendrá los XX de las mujeres.
Voy a un ejemplo extremo: Si muriera en un accidente de tránsito en el que su auto se incendia y se encuentra su cuerpo absolutamente carbonizado, imposible de identificar a simple vista, el informe forense, tras el análisis de ADN, señalaría a la persona fallecida como un hombre, porque así lo dicen sus células.
Lo demás es cuento chino.
Permitir que Lia (Will) Thomas, quien asiste a la Universidad de Pennsylvania, participe en las competencias femeninas de natación de la NCAA es rendirse ante la agenda de la ultraizquierda globalista, que impulsa su nueva visión del mundo, alejada de la realidad.
Thomas nació y creció como varón. Su organismo generó testosterona de manera natural y aunque se haya sometido a un proceso de supresión hormonal desde que decidió hacerle creer al mundo que era una mujer, lo que ya pasó no puede borrar y llegó a la adultez como hombre.
Thomas partió con una ventaja sobre las demás competidoras. Es una suerte de dopaje autorizado, del que sólo ella (él) se beneficia.
Esa musculatura y fuerza de la que presume sólo la podría lograr una mujer si acude al consumo de esteroides anabólicos y otras sustancias prohibidas, que le permitirían un mayor trabajo en el gimnasio, como en los tiempos de aquellas nadadoras de Alemania Oriental, las campeonas del dopaje.
Esa ventaja se tradujo en la piscina, cuando le sacó 1.75 segundos a Emma Weyant, ocupante del segundo lugar, en la final de las 500 yardas del campeonato nacional.
Además, Lia (Will) Thomas rebajó en más de nueve segundos el récord anterior de 4:26,06, que poseía la legendaria Katie Ledecky.
Cuando competía entre los hombres, era un mediocre que ocupaba el puesto 462 del ranking de Estados Unidos.
Lo peor es que el resto de las integrantes del equipo de natación de Penn University se sienten intimidadas con su presencia y no denuncian la anomalía que ello representa, por miedo a ser señaladas y acusadas de discriminación transfóbica.
Hace unos días, la ex nadadora olímpica Nancy Hogshead-Makar envió una carta a la Ivy League, que agrupa a ocho de las principales universidades privadas del país, incluida la de Pennsylvania, para denunciar las amenazas que pesan sobre las integrantes del equipo de natación.
También se filtró que Lia (Will) Thomas, sin ningún pudor, se desnuda en los vestidores y expone descaradamente sus genitales masculinos al resto de sus compañeras de equipo.
“Cuando los funcionarios permiten que exponga sus genitales masculinos a mujeres en el vestuario se viola el Código 3127 de Pennsylvania y el Título IX de Acoso Sexual”, afirman las compañeras de Thomas.
¿En serio? ¿Y dónde quedan los derechos de cientos, de miles de jovencitas que se dedican en cuerpo y alma al deporte con la legalidad de las reglas?
La presencia de Lia (Will) Thomas en esas competencias es una discriminación masiva de la inmensa mayoría de las mujeres al amparo del supuesto derecho de una sola persona.
Ella (él) tiene el derecho de sentirse como quiera, pero de ahí, a que abuse de ello para aplastar a las verdaderas representantes del sexo femenino es una atrocidad.
Y no vengan ahora con la cantaleta de la comunidad LGBTQ. Gran parte del deporte femenino es dominado precisamente por miembros de ese grupo.
Permitir que personas transgénero compitan es un atropello también a las lesbianas, tal como expresó la ex tenista Martina Navratilova, uno de los íconos de la homosexualidad en el deporte.
Organicen competencias de transgéneros y así todo el mundo quedará complacido, pero lo que estamos viendo con Lia (Will) Thomas o lo que ocurrió en 2019 con Cece Telfer, quien barrió en los 400 metros con vallas femeninos, luego de ser el número 300 del ranking estatal masculino de Ohio, es injusto e ilegítimo.
Es como si ahora, un motociclista diga sentirse ciclista y exija su “derecho” de competir con su vehículo motorizado contra otros que van en bicicletas.
Las categorías en el deporte no existen por gusto. ¿Por qué tendría el mundo que aceptar cosas así? Imagínense que un hombre de 25 años diga sentirse como un niño de diez y exija “su derecho” de enfrentar a rivales de esa edad. Es un absurdo, por donde quiera que se mire.
Las brazadas de Lia (Will) Thomas en la piscina son impulsadas por el miedo que se ha impuesto en la sociedad a ser señalados.
Ojalá las nadadoras fueran capaces de sacudirse ese miedo y la próxima vez, cuando suene el disparo de arrancada, ninguna se lance al agua, para boicotear una competencia desleal. Ese sería un buen primer paso para corregir semejante fraude.
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