Desde el regreso de democracia el país se había decantado por la moderación, aún golpeado por los traumas de la dictadura de 1973 a 1990 que dejó más de 40.000 víctimas entre ejecutados, desaparecidos, detenidos y torturados.
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SUSCRIBITEDesde el regreso de democracia el país se había decantado por la moderación, aún golpeado por los traumas de la dictadura de 1973 a 1990 que dejó más de 40.000 víctimas entre ejecutados, desaparecidos, detenidos y torturados.
Las fuerzas de centroizquierda y centroderecha se alternaron en el poder hasta ahora, que la grieta se expandió hasta los extremos opuestos.
“Tenemos un proceso electoral... con una opción comunista y una republicana en la cabeza que seguramente van a pasar a segunda vuelta y por lo tanto se extremó la política”, explicó a The Associated Press el politólogo Claudio Fuentes.
De un lado la comunista Jeannette Jara, exministra de Trabajo, encabeza la coalición oficialista con el apoyo de diversos sectores de izquierda, entre ellos del presidente saliente Gabriel Boric. En el otro polo el ultraderechista José Antonio Kast, fundador del emergente Partido Republicano y aspirante presidencial por tercera vez consecutiva.
Fue a partir de 2019, cuando masivas y violentas protestas ocuparon las calles en reclamo de una serie reformas estructurales, que mucha gente se definió políticamente en lo que sería el comienzo de una fragmentación social que alcanzó su ápice este año.
"Yo me peleé mucho. De hecho, me quedé sin amigos prácticamente", recordó el arquitecto Andrés Salvo, de 35 años.
“El estallido social produjo un quiebre impresionante en la opinión de la sociedad chilena, todo el mundo hablaba de política”, señaló el periodista Iván Gutiérrez, víctima de la dictadura militar.
Fue precisamente ese año que Kast fundó su Partido Republicano en medio del malestar social y aupado por ideologías de tintes ultraconservadores y autoritarios. El candidato sostiene una postura complaciente con el régimen de Augusto Pinochet, defiende "la vida, a Dios y la familia” y ha abogado por una política de mano dura frente a la creciente delincuencia e inmigración.
Su principal antagonista es Jara, el rostro del renovado comunismo en Chile y la primera comunista en encabezar la coalición del progresismo chileno desde el regreso de la democracia en 1990. A ella se le atribuyen algunos de los logros sociales más importantes del saliente gobierno. Con un discurso orientado sobre todo a la población más vulnerable, Jara aspira a dar continuidad a las políticas impulsadas por la gestión del izquierdista Boric.
Ambos se alternan en la cabeza de los sondeos con entre 24% y 30% de intención de voto.
Expertos señalan que el alto nivel de polarización es un reflejo de la creciente demanda de la población ante problemas que han azotado a Chile en los últimos cinco años y que hasta entonces eran poco habituales, como el ingreso de bandas del narcotráfico —y el consecuente aumento de la violencia— y una inmigración irregular que ha saturado los servicios públicos de salud y educación.
A eso se suman los desafíos económicos de un país que no ha conseguido recuperarse del todo de la pandemia de COVID, con altas tasas de desempleo e informalidad, y los reclamos de las protestas de 2019 que siguen sin solución como mejoras en las pensiones, salud y educación, además de una nueva carta magna que sustituya la redactada en la era de Augusto Pinochet.
A partir de 2019 “la sociedad chilena se politizó mucho y en muy poco tiempo”, dijo Gutiérrez. Pero ahora esa cuerda se ha tensado hasta los extremos. “Hace cinco o seis años atrás el pinochetismo estaba escondido y hoy día está representado en dos partidos políticos que además lograron oficializarse en muy poco tiempo”.
En Chile se observa no sólo un “distanciamiento cada vez más amplio en cuanto a las ideas” sino también “una dinámica de enfrentamiento de mis ideas respecto de las del otro”, sintetizó a AP la politóloga Michelle Hafemann.
“En estos momentos nadie tiende a la moderación”, añadió.
Las acentuadas diferencias entre los dos principales candidatos también han impactado la convivencia entre amigos, familias y parejas.
De acuerdo con una encuesta del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad Diego Portales, en agosto un 60% de los consultados manifestó que para evitar discusiones prefiere no hablar de política cuando alguien cercano apoya a un candidato con el que no está de acuerdo.
“Que alguien me diga que votará por Jara ya me dice todo lo que tengo que saber sobre cómo ve la situación actual del país”, expresó el informático Enrique Bustos, quien trabaja en una startup de tecnología y, a los 36 años, es un asiduo usuario de las aplicaciones de citas. “Y yo desde luego no quiero tener nada que ver con los ‘zurdos’ (izquierdistas); para mí es un no rotundo”.
El arquitecto Salvo utiliza las aplicaciones de citas y las redes sociales para conocer gente. Y aunque la postura política no es un filtro inicial determinante, sí lo es una vez superada la pantalla.
“Si votas por Kast tienes una forma de ver la vida, formas de relacionarte, ciertas visiones del mundo. Alguien que vota por Kast claramente deja muchas cosas de lado”, explicó.
“Este tipo de candidaturas más extremas genera ese movimiento de empezar a etiquetar a las personas. Y eso se ve aún más agudizado por el efecto de las redes sociales, que hace diez años no teníamos,” matizó Fuentes.
FUENTE: Associated Press

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