Conmovida, López dejó que la barcaza navegara por un río junto a otras cientos, en un intento más por buscar a su hijo o más bien, rogar que él la encuentre.
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SUSCRIBITEConmovida, López dejó que la barcaza navegara por un río junto a otras cientos, en un intento más por buscar a su hijo o más bien, rogar que él la encuentre.
“La única opción que tenemos es que ellos, la gente que los adoptó, cuente la historia verdadera y que ellos (los hijos) vengan a nosotras”, dijo la mujer de 67 años a The Associated Press.
Sergio tenía cinco años al perderse en la noche del 13 de noviembre de 1985, cuando erupcionó el volcán Nevado del Ruiz, a 5.321 metros sobre el nivel del mar. La lava fundió su pico nevado y se unió con los cauces de los ríos que generaron una avalancha que bajó a gran velocidad por las montañas hasta Armero, un pueblo de 31.800 habitantes. Murieron aproximadamente 25.000 de ellos, siendo el desastre natural más mortífero en la historia reciente de Colombia.
De Armero, ubicado en el departamento de Tolima, en el centro-oeste del país, quedan en pie algunas paredes, fachadas, planchones de las cocinas y la cúpula de su iglesia. Lo demás desapareció en el lodo y poco a poco la naturaleza fue recuperando su lugar con frondosos árboles y hierba. Desde la tragedia dejó de ser habitado y en 1986 el papa Juan Pablo II lo declaró “campo santo”.
En la noche de la tragedia, López y su esposo escucharon ruidos extraños y salieron a las calles hacia el puesto de Bomberos para preguntar si algo pasaba. En las noticias se decía que el volcán estaba haciendo erupción, pero López creía que no los afectaría por estar a unos 50 kilómetros de distancia. Su hijo quedó en la casa dormido.
Una vez en las calles empezaron a sentir el agua del río que bajaba por las calles. El carro en el que estaban se volcó y salieron tratando de correr. Se resguardaron en la copa de un árbol y luego en el techo de una casa vecina.
Sin embargo, su casa quedó destruida y de Sergio no supo más. Pasaron años para que ella se enterara que su familia había hecho gestiones para buscarlo y tenido pistas: tras divulgar su nombre en televisión, les dijeron que estaba en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), encargado de velar por la niñez en el país.
López aseguró que su hermana intentó buscarlo en la sede del instituto en Bogotá. “Nunca la dejaron entrar... le pidieron que llevara ropa y fotos, donde constaba que era familia, nada más”.
Años más tarde, una amiga de López le dijo que en New Orleans, Estados Unidos, un hombre se acercó y le contó que su hermano había adoptado a un niño víctima de la tragedia de Armero.
“Le mostró una foto... los ojos de Sergio eran inconfundibles”, dijo en referencia a su color azul. Sin embargo, no lograron volver a contactarlo.
Las pistas de lo sucedido también las da Ancizar Giraldo, quien tenía 12 años cuando erupcionó el volcán.
“Los empezaron a clasificar por edades; los niños entre 0 y 2 años, que casi no recuerdan, los separaron y la mayoría no aparecieron nunca. Los niños entre 5 y 10 años los tomó Bienestar (ICBF) y a los mayores de 10 años nos entregaron a unas aldeas”, relató Giraldo a la AP.
Se refierió a un centro social, una especie de casa sustituta para niños de Armero que era financiada con ayuda internacional de padrinos que “adoptaban” a los niños a la distancia enviando dinero para su manutención. Allí pasó casi cuatro años, cuando su mamá lo encontró con las fotografías que divulgaba el ICBF.
La Fundación Armando Armero, de la sociedad civil, ha sido la que por años ha recopilado la información de las familias separadas. Francisco González, su director, aseguró que han recibido información sobre 580 niños perdidos, de los cuales 71 habrían sido adoptados. Hasta ahora, han encontrado vivos a cuatro de ellos, tras recolectar muestras de ADN.
“No existe un modus operandi. No puede uno decir: ‘a los niños se los robó únicamente el ICBF’, hay muchas maneras. Los de la población civil iban incluso Armero recién pasada la tragedia y veían menores y se los llevaban a la casa y los acogían con cariño”, indicó González a la AP. “Otros menores, dentro de la misma tragedia, que subían a los aviones que llevaban para otros departamentos, para otros países”.
Hace 40 años, sin la inmediatez de la información actual, las familias realizaban la búsqueda presencialmente en albergues y en las sedes del ICBF.
Adriana Velásquez, subdirectora general del ICBF, explicó a la AP que tras la tragedia recibieron al menos 170 menores de Armero, según los registros que han encontrado. Aseguró que están consultando cuántos fueron dados en adopción, dado que para entonces era una decisión que tomaban los juzgados.
La esperanza de los familiares estuvo puesta por muchos años en el “libro rojo” del ICBF, llamado así por su pasta roja, donde hay registro de algunos niños de Armero y que hasta octubre fue desclasificado e inició el proceso de restauración para digitalizar la información.
“En el libro rojo se dispuso la información de todos los niños que llegaron al Instituto, no de todos los niños dados por extraviados o desaparecidos”, acotó Velásquez.
Tras cuatro décadas, las familias aseguran que continuarán buscando a sus hijos hasta donde la fuerza les alcance.
“Son 40 años de esperanza y esperaremos los que sean necesarios”, aseguró entre lágrimas Benjamín Herrera, padre de Óscar Fernando, quien tenía 14 meses para el día de la tragedia.
FUENTE: Associated Press

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