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Bashar al-Assad

Bashar al-Assad huye al exilio mientras rebeldes islamistas toman el control de Siria

La guerra civil en Siria, que se ha prolongado durante 13 años y ha causado más de 500.000 muertos, parece llegar a su desenlace

Bashar al-Assad, el controvertido dictador de Siria que ha sido acusado del uso de armas químicas contra su población, abandonó el país junto a su familia tras la entrada de fuerzas rebeldes en Damasco, la capital, según reportes de Reuters.

Assad, quien se formó como oftalmólogo en el Reino Unido y heredó el poder en el año 2000 tras la muerte de su padre, Hafez al-Assad, huyó junto con su esposa, Asma al-Assad, y sus tres hijos. La televisión estatal Siria confirmó su partida, aunque el destino de la familia aún se desconoce.

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El fin de la dinastía Assad

El colapso del régimen de la familia Assad, que ha gobernado Siria durante más de medio siglo, representa un cambio sísmico en el equilibrio de poder en Oriente Medio.

La ofensiva final estuvo liderada por una coalición de grupos rebeldes islamistas, entre los que destaca Hayat Tahrir al-Sham (HTS), una organización considerada terrorista por Estados Unidos y antigua filial de Al Qaeda.

Bajo el liderazgo de Abu Mohammed al-Golani, HTS desempeñó un papel clave en la caída del régimen. Al-Golani, por cuya captura Estados Unidos ofrece una recompensa de 10 millones de dólares, busca proyectar una versión moderada del islamismo radical que ha caracterizado su trayectoria. Sin embargo, expertos advierten que HTS pretende imponer un régimen islamista totalitario. Phillip Smyth, analista del Atlantic Council, sostiene que el grupo tiene raíces en Al Qaeda y vínculos con Turquía, y su objetivo es establecer una sociedad con características similares al régimen talibán.

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Una guerra marcada por brutalidad y alianzas internacionales

El conflicto en Siria estalló en 2011 cuando el régimen de Assad respondió con una violenta represión a las manifestaciones prodemocráticas inspiradas en la Primavera Árabe. La brutalidad del gobierno, incluida la tortura de menores en la ciudad de Daraa —cuna de la revuelta— y los bombardeos indiscriminados, alimentaron una prolongada guerra civil.

En 2013, Assad fue acusado de perpetrar un devastador ataque químico en el que murieron más de 1.400 civiles. A pesar de promesas de intervención, la administración del entonces presidente estadounidense, Barack Obama, optó por no actuar militarmente.

El régimen logró mantenerse en el poder gracias al apoyo de actores internacionales clave. En 2015, Rusia intervino militarmente para evitar la caída de Assad, mientras que Irán y el grupo libanés Hezbollah, ambos enemigos de Estados Unidos e Israel, ofrecieron respaldo estratégico y financiero. Sin embargo, los recientes reveses de Rusia en Ucrania y la presión militar israelí sobre las fuerzas iraníes han debilitado significativamente a estos aliados.

Repercusiones globales

La salida de Assad ha sacudido a potencias como Rusia e Irán, que apostaron por su permanencia. La toma de ciudades clave como Alepo, Homs y Hama por parte de los rebeldes islamistas precipitó el desenlace del conflicto. Medios internacionales, como The Wall Street Journal, informaron que gobiernos de Egipto y Jordania sugirieron a Assad huir del país y formar un gobierno en el exilio, aunque las autoridades jordanas lo niegan.

Mientras tanto, el Consejo de Seguridad de la ONU había intentado, sin éxito, mediar en la guerra a través de la Resolución 2254 de 2015, que exigía un alto el fuego, elecciones y la redacción de una nueva constitución. Assad se negó a cumplir con las demandas internacionales, apostando por mantenerse en el poder a toda costa.

Un conflicto que nació en Daraa

La guerra siria tuvo su origen en marzo de 2011, cuando un grupo de adolescentes en la ciudad de Daraa escribió en un muro: "El pueblo quiere derrocar al régimen". La violenta respuesta del régimen, bajo la supervisión del general Atef Najeeb, primo de Assad, incluyó la detención y tortura de 15 menores, cuyas edades oscilaban entre los 10 y 15 años. Informes posteriores denunciaron que los jóvenes fueron brutalmente golpeados, quemados y mutilados, un acto que encendió las llamas de una revuelta nacional.

Trece años después, la dinastía Assad llega a su fin, dejando a Siria en un territorio marcado por la destrucción y en manos de una coalición islamista que promete reconfigurar el futuro del país.

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