Una gran parte de La Habana quedó a oscuras este jueves tras una falla eléctrica de gran magnitud que interrumpió el servicio por más de 11 horas. Se trata del segundo apagón masivo en menos de 24 horas, en un país que vive una profunda crisis energética. El incidente afectó severamente servicios básicos y desató reacciones de frustración entre los ciudadanos.
De acuerdo con el Ministerio de Energía y Minas, una descarga eléctrica provocó la desconexión de seis subestaciones clave (Naranjito, Apolo, Melones, San Agustín, Talla Piedra y Príncipe), además de las llamadas “patanas” de Melones, generadores flotantes cruciales para el suministro en la capital.
La Empresa Eléctrica de La Habana informó que se iniciaron de inmediato labores de reparación, pero el restablecimiento total del servicio demoró varias horas, afectando gravemente la rutina diaria de miles de personas. Vecinos de varios municipios reportaron falta de electricidad, de agua potable y dificultades para conservar alimentos.
En redes sociales y medios independientes, muchos ciudadanos denunciaron que el apagón fue “una tortura psicológica”. “Estamos agotados, no tenemos vida con estos apagones”, dijo una activista desde Guanabo.
Este evento se suma a una larga lista de fallas ocurridas desde inicios de 2024, marcadas por el deterioro de las termoeléctricas, la obsolescencia del sistema de distribución y la falta de combustible. Los expertos advierten que la situación podría empeorar si no se aplican soluciones estructurales y sostenibles.
La crisis energética cubana sigue generando un clima de tensión e incertidumbre que impacta directamente la calidad de vida de los ciudadanos. Cada nuevo apagón no solo representa una falla técnica, sino también un símbolo del desgaste de un modelo que no logra sostenerse.