En un Día de Acción de Gracias normal, Kara McKlemurry y su esposo se habrían ido en auto desde su casa en Clearwater, Florida, a visitar familiares en uno de dos sitios: la casa de la familia del esposo en otra parte del estado o la casa de familiares de ella en Alabama. Este año, McKlemurry le informó a su familia que no habría visitas, debido a la pandemia. Y cuando los padres de su esposo ofrecieron visitarlos, la pareja dijo que mejor no.
Ella y su esposo no querían infectar a nadie ni contraer el virus.
No todo el mundo siguió ese ejemplo. Millones de estadounidenses compraron boletos para volar a alguna parte para el feriado, atestando aeropuertos pese a ruegos de las autoridades de evitar viajes y reuniones.
Aun así, McKlemurry, de 27 años, quería hacer algo único para marcar este feriado inusual, algo que les dejara saber a todos que ella y su esposo se sentían afortunados este año.
Así que, una semana antes del Dia de Acción de Gracias, armada con bolígrafos de colores y pegatinas de lechuzas con bufandas, ella escribió notas de gratitud para cada miembro de la familia.
“Estamos muy agradecidos que estés en nuestras vidas”, escribió en una tarjeta con un dibujo, “aunque no podamos estar juntos este año para los feriados”.
En Washington, la capital, el centro de convenciones está vacío, a diferencia de años previos, cuando los voluntarios trabajaban para servir cenas a unas 5.000 personas. En la era del distanciamiento social, ese evento auspiciado tuvo que ser reinventado.
Antes del feriado, los organizadores entregaron a 20 organizaciones sin fines de lucro 5.000 bolsas, cada una con accesorios invernales, desinfectante de manos y una mascarilla, así como 5.000 cajas que incluían un sándwich de pavo, condimentos, ensalada de papa, una galletita y cubiertos.
De principio a fin, el Día de Acción de Gracias es diferente este año para Jessica Franz, una enfermera que trabaja de noche en el Olathe Medical Center, en un suburbio de Kansas City, Kansas.
Para empezar, Franz, de 39 años, celebra sin su suegra, Elaina Franz, quien falleció a causa del COVID-19 el 10 de noviembre, apenas un día antes de su cumpleaños 78. En años previos, la suegra, que era menonita, preparaba un banquete para sus hijos y nietos. En el trabajo de Franz, en un año típico, los empleados llevaban comida de sus casas para compartir.
Nada de eso sucederá este año.
La familia va a realizar las festividades con ayuda de Zoom y FaceTime. Ha sido duro para sus hijas, de 2, 8 y 11 años. La hija del medio fue expuesta al coronavirus en su escuela y está en cuarentena hasta el 3 de diciembre y su hija mayor está sufriendo con la idea de una celebración tan reducida.
“Tuvimos una buena conversación, que fue: ‘Este año pudiera ser diferente y eso está bien. Es solo un año. Si las cosas son diferentes y eso significa que podemos ver a el resto de la familia el año próximo, está bien’”, dijo Franz.
La reunión de Acción de Gracias en la casa de David Forsyth en el sur de California, en tanto, tiene un tono único este 2020: pruebas rápidas de coronavirus a la entrada para determinar quién sí entra.
El costo es de 1.000 dólares por 20 pruebas, que consisten de un pinchazo en un dedo y poner una gota de sangre en una placa. Diez minutos después, los resultados muestran si la persona es negativa, positiva o tiene anticuerpos.
Normalmente, entre 15 y 20 personas acuden a las cenas de Acción de Gracias de la familia en Channel Islands Harbor, pero este año, solamente habrá ocho: Forsyth, su esposa, los cuatro hijos adultos de ésta y las compañeras de dos de ellos.
Su esposa comenzó a cocinar el martes. Planea servir una sopa fría de pepinos de entrada y varios aperitivos. Los hijos llevarán platos adicionales. El pavo es el plato principal. Pudiera haber champán.
Forsyth no ha visto a su familia mucho durante la pandemia, pero quería celebrar el feriado con las precauciones debidas.
“La gente está tratando de llevar una vida normal”, dijo. “Pero, como sabes, con la segunda ola ahora no es una mala idea estar preparados”.
Kerry Osaki añora ver a sus nietos, sin mascarillas, y abrazarlos, pero en lugar de ello él y su esposa están celebrando a solas.
La madre de Osaki, Rose, de 93 años y que vivía con la pareja en el condado Orange, en California, murió por el virus luego que los tres se enfermaron.
Al fallecer la madre, Osalim de 67 años y su primo decidieron no reunirse como es usual en el feriado. Su esposa, Lena Adame, normalmente se pasa el feriado cocinando pavo con sus familiares, pero algunos se contagiaron del virus en sus trabajos, así que la pareja decidió no hacer eso tampoco.
“Ha sido un año largo y a veces triste”, dijo.
En Ogden, Utah, Evelyn Maysonet salió al portal de su casa el martes por la mañana para encontrarse con cajas llenas de comida enlatada, postres y un pavo. Della ha estado en aislamiento con su esposo y su hijo desde que los tres dieron positivo de coronavirus.
No han podido salir a comprar comida, así que se alegraron mucho al recibir el paquete del departamento de salud y la oportunidad con ello de mantener lo que más aprecian.
“Siempre que tengas una vida y estés vivo, aprovéchalo al máximo con tu familia”, dijo Maysonet.
Los periodistas de The Associated Press Tamara Lush, Jennifer Sinco Kelleher, Sophia Eppolito y Amy Taxin contribuyeron a este reportaje.
FUENTE: Associated Press