No es Miguel Díaz-Canel, el puesto a dedo por el dictador Raúl Castro. Ni siquiera es el propio Raúl, bastante distanciado del poder en la comodidad de su estancia holguinera.
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SUSCRIBITENo es Miguel Díaz-Canel, el puesto a dedo por el dictador Raúl Castro. Ni siquiera es el propio Raúl, bastante distanciado del poder en la comodidad de su estancia holguinera.
Tampoco es Alejandro Fernández Gil, el ministro de Economía que tantas boberías habla en la Mesa Redonda, donde sólo Randy Alonso, el genuflexo, se las cree.
El tipo es Murillo. El llamado Zar de la Tarea Ordenamiento. El que cada vez que abre la boca, la embarra más que en la ocasión anterior. El que, con sus medidas, ha puesto a los cubanos a cagar sin comer mangos. (Sobre todo, sin comer mangos).
El mejor medidor de la opinión del cubano de a pie es el humor, casi la única defensa que le ha quedado al pueblo, para al menos ridiculizar a los causantes de sus desgracias.
Los chistes y burlas del dictador Fidel Castro dan para llenar varios tomos de una exquisita antología y Raúl tampoco escapa, aunque los suyos casi siempre son monotemáticos, relacionados con su supuesta inclinación sexual.
Díaz-Canel, alias Limonada Joe, el cabezón Ricardo Alarcón, el de la congestión aérea, y Guillermo García Frías, el Comandante Avestruz, son otros que han alimentado las ocurrencias de los humoristas espontáneos, en respuesta a sus intentos por ofender la inteligencia de la gente con las propuestas más absurdas que puedan imaginarse.
Ya Murillo debutó con lo suyo.
En el sitio El Revolico, una suerte de eBay cubano, para vender o intercambiar productos –cualquier cosa es válida para un trueque, al mejor estilo de la comunidad primitiva- acaban de colgar un anuncio que reza: “Cambio Murillo por cualquier cosa. Estoy atacao y quiero salir rápido de eso”.
En el grupo de Facebook “Fans de Yuliendry”, dedicado a burlas y bromas sobre la situación en Cuba, el usuario Alfredo Jiménez, aparentemente desde dentro de la isla, escribió: “Ya estoy que no soporto los muros pequeños…el que entendió, entendió. Se tenía que decir y lo dije”.
Y es que la gente ya no se traga el viejo cuento de que la culpa siempre es “del bloqueo de los americanos”.
El cubano de a pie se da cuenta de que no es el Muro de Trump, sino del Murillo de Díaz-Canel, el que está tratando de probar in extremis la capacidad de resistencia de la gente, llevándola a niveles incluso superiores del llamado Período Especial de los años 90.
La olla sigue cogiendo presión y si revienta de una buena vez, el Maleconazo de 1994 parecerá un simple suspiro.
Y si se cayó el Muro de Berlín, ¿por qué no habría de caerse este Murillo de un buen empujón? Si yo fuera él, estuviera muerto de miedo y ya estaría mirando el precio de los pasajes a Timbuctú.
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