Mi abuelo Melchor Sánchez Iturbe, esposo de mi abuelita Elena y padre de mi mamá Caridad Sánchez, era un asturiano que le encantaba todo lo relacionado con lo detectivesco, el decía que Asturias se perdió un gran detective cuando el se fue de allí y Cuba ganó uno pichón de asturiano. Uno de los sucesos que más le gustaba contarme era el relacionado con La Rosa de Francia, también llamada la francesita.
Ella era Rachel Dekeirsgeiter y fue una linda muchacha que llegó a La Habana procedente de Francia y desde que puso pie en la ciudad embrujó a los habaneros con su belleza y porte. Elegantemente vestida y siempre fumando cigarrillos exóticos ensartados en su larga boquilla de nácar blanco con anillos de oro. Tal era su belleza que inspiró a muchos escritores a contar sobre ella, entre ellos está el insigne músico compositor cubano Rodrigo Pratt’s, el cual compuso esta habanera que ha dado la vuelta al mundo, convertida en danzón después e interpretada majestuosamente por Barbarito Diez:
De mi jardín en calma
aún la llevo en el alma
como un rayo de sol.
Por sus pétalos blancos
es la rosa más linda
y hechicera que brinda
elegancia y amor.
Aquella rosa de Francia,
cuya suave fragancia
una tarde de mayo
su milagro me dio
Dicen que Rodrigo se inspiró en otra dama de la alta sociedad habanera, pero mi abuelo aseguraba que la inspiración venía de Rachel. Claro está, no querían unir a Rodrigo con la Bella francesita pues ella practicaba también la profesión más antigua del mundo en los lugares más exclusivos de La Habana.
Mi abuelito me decía que Rachel fue traída a Cuba por Oscar Villaverde, un “gigolo” cubano el cual cayó prendido enamorado de ella y la hizo inmediatamente su amante oficial.
El lujoso cabaret Tokío estaba en San Lázaro y Blanco; Oscar era su dueño y allí cantaba el afamado cantante cubano de principio del siglo XX Alberto Jiménez, acompañado por la orquesta de José Antonio Curbelo, y según Melchor también fue amante de Rachel. Como dato curioso les cuento que el maestro Curbelo, descendiente de una familia de músicos famosos fue el padre de mi profesor de piano el maestro Fausto Curbelo. Me contaba Fausto que su papá hizo un violín con papel de periódico altamente engomado y lo tocaba sonando muy bien el instrumento musical. Tuve una gran suerte pues Fausto era un dechado de inteligencia en la música, el podía acompañar a una vocalista solamente con oírla unas estrofas y sonaba su piano como si hubieran ensayado un mes completo. Fausto tocó en las mejores orquestas de su tiempo, la de Xavier Cugat fue una de ellas y era tan importante en ella que era el único miembro de la orquesta que Cugat le pagaba el viaje en avión. En el Waldorf Astoria siempre tocaba en la orquesta de Cugat para esperar el año en el cabaret Waldorf del penthouse del hotel. Fue una gran experiencia para mi recibir conocimientos y experiencias de Fausto.
Pero volvamos a la Francesita Rachel, me seguía contando mi abuelo, actuaba interpretando números exóticos en el Tokio exhibiendo bellos trajes insinuándoseles a los criollos a tal punto que saltaban peleas entre ellos.
Siguió contándome mi abuelito que un 12 de Diciembre del 1931 la Rosa de Francia desapareció y no se supo más de ella hasta dos dias después que su cadaver apareció asesinado, sin ropas, ella flotando boca arriba en la bañera, el agua ensangrentada y su cráneo destrozado; en un apartamento de la calle San Miguel #38 y 1/2, esquina a la calle Amistad, al lado del elegante hotel Astor. Continúa diciendo mi abuelo que el doctor Reynaldo Villiers de la casa de socorros del barrio de Colón fue quien firmó el certificado de defunción.
El periódico El Mundo señalaba al día siguiente que lo más curioso del crimen fue que el apartamento estaba cerrado por dentro, la policía tuvo que romper la puerta para acceder al apartamento, y esté encontrándose en un tercer piso no había explicación de cómo pudo salir el asesino de el.
A Oscar Villaverde y Alberto Jimenez los implicaron en el suceso pero fueron defendidos por excelsos abogados y se encontraron inocentes en sus respectivos juicios.
El asesinato de la francesita quedó impune.
Fue el crimen perfecto.
Mi abuelo Melchor tiene su hipótesis, pero nunca me la dijo; si me contó que según los paranormales de la época, el fantasma de La Rosa de Francia, con su larga boquilla de nácar blanco y anillos de oro, un cigarrillo encendido en la punta, deambuló por muchos años por el barrio de Colón, especialmente la esquina de San Lázaro y Blanco siendo visto a tempranas horas de la madrugada paseando su bella figura.
Ahora bien, para mi siempre ha sido una incógnita porque tantos cubanos cayeron deslumbrados con la francesita habiendo tantas cubanitas bellas que de verdad quitan el habla cuando las ves, extremadamente bellas y con deslumbrante figura, no entiendo!
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FUENTE: Ramoncito 10-10-2021