En días recientes ha tomado pasos modestos para aliviar las tensiones, pero de todas formas un creciente número de republicanos experimentados advierten que el enfoque temerario y divisivo del magnate inmobiliario le dificultaría gobernar con efectividad.
"No ha sido capaz de llevarse bien con su propio partido como nominado. ¿Cómo va a compaginar con ellos cuando tenga que gobernar?", preguntó Rick Tyler, un exasistente en la campaña del precandidato Ted Cruz. "Si Trump no puede confraternizar con el presidente actual (de la Cámara de Representantes), y tiene malas relaciones con miembros actuales de la Legislatura, la idea de confeccionar una agenda legislativa conservadora me parece prácticamente inexistente".
Tyler podría no ser un observador imparcial. Pero parece claro que las relaciones turbulentas de Trump con los líderes republicanos podrían tener consecuencias más serias después del Día de la Elección.
Un presidente Trump podría necesitar a Cruz —o "Lyin' Ted" (Mentiroso Ted), como lo llama el candidato— para que lo ayude a confirmar a sus seleccionados para la Corte Suprema. Podría necesitar al senador federal de Florida Marco Rubio —o "Little Marco" (Marquito)— para que lo ayude a implementar sus prioridades en materia de inmigración. Y otros temas de la agenda de gobierno de Trump como mandatario seguramente requerirían la cooperación del presidente de la cámara baja Paul Ryan, a quien el magnate empujó hacia una tormenta política hace una semana al negarse a respaldar su candidatura.
Trump puso fin a ese altercado al manifestar su apoyo a Ryan el viernes en la noche, al igual que a los senadores John McCain, de Arizona, y Kelly Ayotte, de New Hampshire, después de cuatro días de un caos elaborado, pero el episodio dejó una relación hostil.
Ha seguido habiendo un flujo constante de deserciones, en el que funcionarios republicanos de larga trayectoria y expertos en política han prometido que no votarán por el nominado del Partido Republicano. Entre ellos está la senadora federal de Maine, Susan Collins, con cuatro períodos en el Senado, quien anunció el lunes que no podía apoyar a Trump y "su constante flujo de comentarios crueles".
"Donald Trump no refleja valores republicanos históricos ni el enfoque incluyente en el gobernar que es crucial para sanar las divisiones en nuestro país", escribió Collins en el periódico The Washington Post.
No es la única que piensa así.
Varios senadores republicanos, incluidos Ben Sasse de Nebraska y Mark Kirk de Illinois, han dicho que no votarán por Trump. Otros, como Jeff Flake de Arizona y Mike Lee de Utah, se han negado hasta ahora a manifestarle apoyo.
El equipo de Trump dice que no es por falta de esfuerzo por parte del candidato.
Uno de los que primero apoyaron al multimillonario, el legislador Chris Collins, de Nueva York, señaló que el candidato ha realizado varios viajes al Capitolio para hablar con quienes lo critican. Agregó que hay sólo un puñado de legisladores que no han querido respaldarlo.
"Una vez que el señor Trump sea presidente de Estados Unidos y muestre esa disposición a establecer contacto, y a no ser dictatorial, sino más bien cooperativo, pienso que ellos podrían simplemente desaparecer automáticamente", dijo Collins respecto a los republicanos críticos hacia el multimillonario convertido en político. "Pienso que va a ser un esfuerzo muy colaborador".
No obstante, Trump ha mostrado poca habilidad para moderar su forma de operar por cualquier cantidad significativa de tiempo.
Por otro lado, no está claro hasta qué punto un frustrado presidente Trump podría recurrir a acciones ejecutivas si el Congreso se opusiera a sus deseos.
FUENTE: Associated Press