Si José Martí se levantara de su tumba se escandalizaría al ver lo que hicieron con su adaptación de Meñique, del francés Édouard Laboulaye (1811-1883), que él realizara para el último número de la revista La Edad de Oro. Es una película que lleva el mismo nombre, y que me atrevo a catalogar como un mal híbrido de Disney y Pixar, dos reconocidas productoras norteamericanas de animación, la última de las cuales ha contribuido a revolucionar la estética del dibujo animado replanteando diseños y personajes.
La cinta se alzó con el premio Coral al Mejor Largometraje de Dibujo Animado en el 36 Festival de Cine Latinoamericano de La Habana. Realizada en 3D, está dirigida por Ernesto Padrón y producida por Gallega Ficción Producciones. A cargo de las voces estuvieron actores cubanos como Lieter Ledesma, Yoraisi Gómez, Corina Mestre, Carlos Ruiz de la Tejera, Aramís Delgado, entre otros. La música original es de Silvio Rodríguez, la orquestación y la música incidental son del compositor español Manuel Riveiro, mientras la banda sonora fue creada por Edesio Alejandro.
En el reino de Guacanabo, donde se desarrolla la historia, se mezclan personajes de la literatura infantil —brujas, dragones, hadas y gigantes— con otros de la cultura cubana y latinoamericana, recreando anacronismos que le restan autenticidad al estilo narrativo del filme.
Con una pobreza de lenguaje, el guión recurre a localismos, y pierde definitivamente la frescura en un lenguaje dirigido a los niños y adolescentes, centrándose en el habla popular. Los exuberantes ambientes coloridos no logran trasmitir la comunión con sus personajes, como si no estuvieran relacionados y funcionaran solo como telón de fondo.
Los diseños de los personajes son malas copias de Aladin y Shrek, con sus voluptuosos personajes femeninos. Hay exageración de rasgos en los personajes negativos, con una marcada fealdad, que rayan en lo caricaturesco.
Algunos actores no demuestran sus dotes histriónicas, tal es el caso de Lieter Ledesma en el protagónico, con una interpretación plana y sin los chispeantes diálogos del perspicaz Meñique.
La versión, demasiado libre, atenta contra el mensaje del relato martiano —"la inteligencia es superior a la fuerza"— y se pierde en vericuetos de tecnología digital (todavía en pañales), que no hacen sino lastrar la película, que llega a ser aburrida y demasiado extensa.
FUENTE: www.diariodecuba.com