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Paz, y extrema pobreza, en rincón perdido de Afganistán

WAKHAN, Afganistán (AP) — Saeed Beg y su familia viven en una casa de barro de dos habitaciones, sin electricidad ni agua corriente. Tampoco hay un baño ni una cocina. Salvo por un par de delgados colchones y algunas alfombras derruidas, no hay muebles ni nada decorativo.

Sentado junto a su madre, su esposa y sus cinco hijos de entre ocho meses y 14 años, dice que la vida en el valle Sarkand, al noreste del país, en el Corredor de Wakhan, es "muy difícil". Mientras habla, asoma por el agujero pentagonal del techo --típico de las casas de los musulmanes ismaelitas-- un niño que pone leños a secar.

La permuta de artículos es la principal transacción financiera de la región y Beg cuenta que ofrece ovejas y cabras a cambio de comida (arroz, aceite para cocinar, sal).

"No hay dinero aquí", dice. "No tenemos ingresos. Si no doy algo a cambio, mis niños pasan hambre. Todos estamos hambrientos todo el tiempo".

El Corredor de Wakhan, el segundo parque nacional más grande de Afganistán, es tal vez la única región del país donde reina la paz. Pero es tan pobre que la gente compra comida a crédito o la canjea por algo. Y los niños caminan descalzos incluso durante el prolongado y frío invierno. La comunidad musulmana chiita ismaelita de la zona teme ser atacada por los talibanes suníes de las vecindades, al punto de que muchas mujeres de Iskashin, el pueblo en la entrada del valle, empezaron a usar burkas que les cubren todo el cuerpo.

Wakhan, en la provincial de Badakhshan, es una aberración generada por la geopolítica del siglo XIX, una faja creada en 1873 para separar Rusia del imperio británico. Afganistán confirmó la nueva frontera 20 años después y desde entonces Wakhan ha sido un sitio olvidado. Se acerca a 76 kilómetros (47 millas) de China, entre Tayikistán al norte y Pakistán al sur.

Una carretera en mal estado recorre la ribera sur del río Amu Darya que separa a Afganistán y Tayikistán. El valle está rodeado por picos permanentemente cubiertos de nieve que garantizan la presencia de fuertes vientos y temperaturas de congelación de noche, incluso durante el breve verano.

Del lado afgano, en la región viven unos 17.000 ismaelitas, partidarios del Aga Khan, uno de los hombres más ricos del mundo y su líder espiritual desde hace 49 generaciones.

En Wakhan, donde reside una población mayormente tayik conocida como los wakhis, que hablan el dialecto pamiri llamado wakhi, el dinero no sirve de nada. Los aldeanos miden su riqueza según la cantidad de cabezas de ganado y cultivan trigo para pan y avena para los animales.

La calle principal del centro administrativo de Wakhan, Khandood, está llena de negocios, casuchas de madera construidas sobre soportes, la mayoría cerradas con candados. Mohammad Ayub se hizo cargo del negocio de su padre, el cual pertenece a la familia desde hace 50 años, según dice. Vende galletas, cigarrillos, líquido para frenos, bolsas de arroz de Kazajstán de 50 kilos y cebollas rojas de la zona. En realidad, vendería todo esto si tuviese clientes.

Ni siquiera la gente que tiene trabajo paga regularmente, afirma. Les vende productos a crédito, lo que implica que él tiene que comprar también a crédito.

"Nadie tiene dinero", expresa. "Todo el mundo le debe algo a los demás".

Fatima Roshan lleva a cabo un estudio de las necesidades básicas de 18 de los 42 pueblos del corredor de Wakhan para la World Conservation Society. Dice que con frecuencia los hombres de la región "se casan tres, cuatro o cinco veces, una mujer tras otra, porque sus esposas mueren al dar a luz".

Las autoridades locales tratan de cambiar las cosas. Hace dos años, el gobierno de Kabul designó a Wakhan parque nacional. Este mes delegaciones del gobierno recorren el valle para tratar de convencer a la gente de que, como parque nacional, la zona puede atraer turistas, lo que a su vez generaría empleos.

El gobernador de distrito Nasratullah Nayel dice que espera que la insurgencia promovida por el Talibán, que ya se encuentra en Badakhshan, no llegue al valle. Pero la presencia de los insurgentes tan cerca ha aislado al valle al hacer que la carretera entre Ishkashim y el resto del país resulte intransitable. También hizo que cundiese el temor de que los insurgentes pueden emprenderla contra los lugareños simplemente porque profesan la fe ismaelita del islamismo chiita.

Shah Langar cree que la eventual llegada de turistas extranjeros podría captar la atención del Talibán. Mientras tomaba té salado en su casa de madera del poblado de Qazideh, decía que, por razones de seguridad, el gobierno de Tayikistán cerró hace diez meses los bazares de la frontera, donde hacían sus negocios los comerciantes de ambos países.

"En general eso no tuvo un gran impacto entre nosotros porque la gente de todos modos no tiene nada y siempre se las arregla sin té, arroz y azúcar", señaló. "El gobierno nunca hace nada por nosotros. Estamos en un rincón olvidado de Afganistán".

FUENTE: Associated Press

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