Nuestro guía se enteró a través de una precaria comunicación radial que era nuestro único contacto con el mundo exterior poco antes del amanecer del sábado, varias horas después del fallecimiento del líder revolucionario en La Habana. Castro tenía su salud quebrantada desde hacía tiempo y su deceso a los 90 años no sorprendió a nadie.
Pero nuestro guía Jorge García, de 39 años, se mostraba apesadumbrado. Toda su vida fue gobernado por Fidel o, desde el 2008, por su hermano Raúl Castro.
"Es difícil saber lo que pasará en el futuro", expresó García, quien conoció a Fidel cuando tenía cuatro años.
Algunos de los 16 integrantes de nuestro grupo dijeron sentirse privilegiados de estar en Cuba en un momento histórico. La visita a la guarida de Castro en La Plata estaba programada para el día siguiente.
Fue desde allí, en las montañas de la Sierra Maestra, que Castro dirigió la rebelión contra el gobierno de Fulgencio Batista. La frondosa vegetación ayudaba a esconderse a los rebeldes en un área de 400 hectáreas con varias casuchas de madera conectadas por estrechos senderos, algunos de ellos reforzados con tablones.
Se llega allí a pie, tras un recorrido de tres kilómetros (dos millas). Nuestro transporte nos dejó en una playa de estacionamiento, desde la que caminamos hasta una casucha que supo ser propiedad de una familia de agricultores que apoyaron a los guerrilleros desde un primer momento. La vieja estructura se encuentra a mitad de camino y los visitantes pueden sacarse fotos si pagan unos pocos dólares.
Seguimos por un barranco y llegamos a un puesto de vigilancia. García dijo que el "Che" Guevara, quien era médico, ofrecía tratamientos de dentista allí pese a que no tenía preparación como dentista.
A continuación llegamos a una estructura de madera que funciona como museo y en la que hay artefactos usados por los guerrilleros: una máquina de escribir Remington que se encuentra en una pequeña oficina, una máquina de coser con la que se remendaban los uniformes y la lapicera que usó Castro al firmar el primer decreto de reforma agraria.
El complejo cuenta con una cocina junto a un pequeño arroyo, una estación radial en la cima de una montaña desde la que se transmitía a toda la isla y una choza donde se alojaban los potenciales reclutas. La máxima atracción es la casucha de Castro, con una cama doble entregada por campesinos de la zona, un escritorio, estantes y una refrigeradora. La nevera tiene un agujero del tamaño de una mano, producto de un ataque de las fuerzas del gobierno.
Junto a la nevera hay una ventanilla que daba a otro escondite, a ser usado en caso de que las fuerzas del gobierno descubriesen el sitio.
"Aquí, en este sitio, empezó todo... empezó la revolución", expresó García, quien es historiador y contador.
"Todo lo que tenemos hoy" está conectado con este lugar, agregó en un inglés entrecortado.
Para algunos de nuestro grupo, que incluyó turistas de Inglaterra, Irlanda y Alemania, la visita a La Plata fue lo más memorable de un paseo de dos semanas.
Elaine Hendrie, contadora inglesa de 52 años, dijo que el centro de comando fue exactamente lo que esperaba, aunque la nevera la "tomó por sorpresa".
"Me encanta el haber estado en Cuba este fin de semana", indicó. "Nunca lo olvidaré".
FUENTE: Associated Press