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Cuba

Las fantasías sexuales de los cubanos

¿Qué prácticas componen el imaginario sexual de quienes habitan la Isla?

LA HABANA, Cuba.- El escritor Mario Vargas Llosa afirmó en una ocasión, refiriéndose a su novela Pantaleón y las visitadoras: “el erotismo es la manera de dignificar el sexo a través de la fantasía y la cultura”. La sexualidad es, en términos generales, un tema complejo. Entenderla y aceptarla de una forma abierta implica una dosis elevada de autoconocimiento, así como la capacidad de desprenderse de prejuicios antológicos.

Erróneamente, muchas personas consideran que hablar de sexualidad equivale a referirse al acto sexual concreto, omitiendo preludios, juegos y expectativas que enriquecen, más que el acto en sí, la intimidad de la pareja. En Cuba, donde el sexo ha sido siempre un tabú -pese al alarde de los cubanos respecto al tamaño, sabrosura y movimiento-, hay una cultura bastante limitada en cuanto a lo que se entiende como fantasías sexuales, y una notable reticencia, por parte de las mujeres, a hablar de las mismas.

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Ello no quiere decir que los cubanos no tengan fantasías ni estén dispuestos a ponerlas en práctica en un ámbito privado; pero sin duda resulta difícil hacerlo en un país donde no existen determinadas infraestructuras orientadas a sugerir y satisfacer placeres poco convencionales, en una sociedad que no es mojigata en extremo, pero sí carente de información y recursos.

Todos los entrevistados por el equipo de CubaNet están de acuerdo en que las fantasías sexuales representan un estímulo para la pareja y una garantía de mantener viva la pasión, siempre amenazada por la rutina. Sin embargo, la mayoría solo menciona los “tríos” como alternativa predilecta. Ciertamente, la mayoría de los hombres sueña con la intimidad en medio de dos mujeres; sin embargo, numerosos estudios han demostrado que antes de intervenir, les gusta mirar.

Los cubanos, paradójicamente, no consideran el voyeurismo, ni la sumisión. Además de los tríos, la fantasía más recurrente para los hombres es el mito del “harén”, con mujeres por doquier, todas a su disposición. Es llamativo que tanto los tríos como las orgías son paradigmas centrales en las películas pornográficas, un producto que marca significativamente el imaginario sexual del sujeto cubano. Puede afirmarse con certeza que en Cuba se consume más pornografía que cine erótico, y a partir de este postulado puede entenderse por qué las fantasías sexuales de los isleños tienden siempre a lo directo.

Las féminas aportaron un poco más de variedad, aunque la falta de imaginación es latente. Entre sus fantasías más comunes también sobresale el trío, siempre con dos hombres. Algunas aseguran categóricamente que les gustaría; otras lo suponen, y los hombres están convencidos de que sentirse poseída por dos o más compañeros sexuales es el sueño de cualquier mujer. Un estereotipo derivado de las películas porno.

El rol de dominatriz, el uso de disfraces y hacer el amor con ropa son fantasías que les parecen igualmente interesantes. A muchas les gustaría disfrazarse, pero en un país donde apenas están cubiertas las necesidades básicas es prácticamente imposible comprar un disfraz de pantera, colegiala, meretriz o lo que sea. Las pocas sex shop que existen son clandestinas y exhiben un rango de productos bastante caros y limitados.

La fantasía sexual, como cualquier otra libertad individual, se ha visto muy coartada en Cuba. La sola mención del tema descoloca a los insulares. Hay mujeres que ni siquiera saben explicar qué entienden por ese término. A la hora de conversar sobre algo tan natural y necesario como el sexo responden con imprecisión y desconocimiento. Es comprensible que la natalidad en Cuba esté disminuyendo por otros factores, además de la insalvable situación económica.

Aquí se habla mucho de sexo, es cierto. Hombres y mujeres emplean para ello un tono desafiante y lenguaje soez, siempre subrayando lo obvio. El mito del cubano como fuente inagotable de placer proviene de la equívoca noción de que presumir abiertamente en cada esquina es indicador de una vida sexual saludable y sustanciosa. Paradójicamente, la cultura sexual más osada y delirante de todo el planeta pertenece a individuos conocidos por su excesivo orden y recato: los japoneses.

Aunque en Cuba todo el mundo domine el ABC de la cuestión, lo cierto es que el imaginario popular está más conectado a la idea de “rápido y furioso” que al imperio de los sentidos. Hay demasiada prisa para andarse con preludios; prejuicios que se creían a punto de desaparecer permanecen arraigados, y la falta de información es un “strike cantao” incluso para los amantes más fogosos.

Toda la inventiva del cubano está en función de poner la comida en la mesa. Se trabaja tanto por tan poco que cada vez disminuyen más los momentos de que dispone la pareja para re-conocerse en la intimidad. Durante el escaso tiempo libre hombres y mujeres languidecen frente a las telenovelas, construyendo otras fantasías que delatan carencias más inmediatas: una buena casa, comida en abundancia, un carro, ropa de marca, buenos productos para el cabello y mucha plata para mantener todo eso.

FUENTE: cubanet.org

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